lunes, 22 de junio de 2015

Intervención Psicológica en el Tratamiento del Dolor

¿Por qué la intervención psicológica en el tratamiento del dolor? INTRODUCCION A LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL.

OBJETIVOS:
1.- Conocer qué es el dolor y como se entiende actualmente, así como las diferentes teorías explicativas por las que ha ido atravesando su consideración hasta hoy.
2.- Comprensión actual del dolor como experiencia compleja y multidimensional: Teoría de la puerta de control del dolor.

         CONTENIDO:
El dolor  supone una experiencia común a muchas enfermedades y una de las razones más universales por las que se visita a los profesionales de la salud. Actualmente se considera el dolor como una experiencia subjetiva, compleja, influida por multitud de factores diferentes. Sin embargo, esta visión multidimensional no fue siempre aceptada. Así, desde modelos médicos tradicionales se entendía el dolor como un mero síntoma de enfermedad, directamente proporcional al daño o lesión física existente, no teniendo en cuenta los factores psicológicos.

Estas visiones lineales podríamos explicarlas desde la “metáfora de la campana”, que considera que nuestro cuerpo funciona en relación al dolor como una campana en la que su sonido depende directamente de la fuerza realizada al estirar la cuerda. Aplicado al dolor, significaría que si una persona se golpea tendrá una sensación de dolor más fuerte en función de la intensidad del golpe. Sin embargo, esta forma de explicar el dolor dejaba muchas preguntas sin respuesta. Por ejemplo:
- ¿Cómo es posible que una persona a quién se le ha amputado una extremidad pueda sentir dolor en la parte amputada (dolor del miembro fantasma) o incluso que, en ocasiones, las personas indiquen tener dolor cuando la lesión que lo provocaba ha sido curada?: dolor en ausencia de lesión.
- ¿Cómo se explica que un deportista que se lesiona durante una competición no sienta dolor hasta haber finalizado la misma?: lesión en ausencia de dolor.
- ¿Cómo se entiende que un soldado herido gravemente en combate manifieste menos dolor que un civil con la misma herida?: a similar lesión desigual dolor.

Estas y muchas otras preguntas sin respuesta, junto con los conocimientos derivados de numerosas investigaciones realizadas en el campo del dolor, pusieron de manifiesto las limitaciones de las teorías que consideraban el dolor como una sensación, en cuanto permiten explicar adecuadamente el dolor agudo pero  no sirven para explicar el dolor crónico. Por este motivo, si queremos entender realmente qué es el dolor y deseamos una explicación aplicable, tanto al dolor agudo como crónico, necesitaremos una teoría más amplia.

Con esta intención aparece en 1965 la denominada Teoría de la Compuerta “Gate Control Theory” (Melzack y Wall, 1965) para explicar el dolor tanto agudo como crónico, suponiendo un cambio paradigmático. Esta teoría aporta una idea fundamental, el papel esencial del Sistema Nervioso Central en la inhibición o excitación de la percepción del dolor, dando lugar así a un mecanismo por el que los procesos psicológicos y emocionales pueden modular la señal sensorial. Desde entonces se ha considerado el dolor como una percepción multidimensional configurada por tres aspectos o dimensiones: discriminativa-sensorial, motivacional-afectiva y cognitiva-evaluativa (Melzack y Casey, 1968).

La primera dimensión (discriminativa-sensorial), la más fisiológica o de entrada sensorial, es la que delimita la cantidad y cualidad del dolor (correspondería al cuanto y cómo nos duele). Así, los mensajes o impulsos nerviosos procedentes de la piel, músculos o ligamentos que llevan información sobre un dolor o lesión (golpe, corte, frío, calor,...) llegan a la sustancia gelatinosa de la medula espinal. Esta sustancia funciona como una puerta, en el sentido de que deja pasar o impide el paso de los mensajes hacia el cerebro para informarle del dolor y sus características.
Figura 1.
El papel de la segunda dimensión (motivacional-afectiva) es caracterizar el dolor como desagradable y aversivo, mediante la comparación de los mensajes que llegan al cerebro con la información disponible de experiencias pasadas. Esto favorece distintas respuestas emocionales motivando la conducta del sujeto a escapar y/o evitar la estimulación dolorosa.

Por último, la dimensión cognitivo-evaluativa recoge la integración superior de la experiencia del dolor a nivel cortical. Esta dimensión añade la característica de subjetividad a la experiencia del dolor y en ella intervienen  factores psicosociales (como la atención, la motivación, la emoción, el contexto y el significado atribuido por la persona y su entorno al dolor) que controlan los dos procesos anteriores y pueden modificar el funcionamiento de la puerta de control, facilitando o bloqueando el paso de la sensación dolorosa y, por consiguiente,  la respuesta de la persona.
Figura 2

Por tanto la percepción del dolor como resultado final, tiene un inicio en una estimulación sensorial, una modulación intermedia afectiva y motivacional, y una integración superior y final a nivel cortical. Es esta integración final que exacerba o inhibe la estimulación sensorial primaria y lo que percibe el sujeto cuando experimenta dolor.

En definitiva, el dolor, tal y como se entiende hoy en día puede explicarse mediante la “metáfora del rompecabezas”. Es decir, el dolor podría entenderse como un rompecabezas formado por distintas piezas o factores tanto físicos, como psicológicos y socioculturales.

A partir de la consideración del dolor desde una perspectiva subjetiva y multifactorial (teoría de la puerta) el abordaje terapéutico deja de pertenecer de forma exclusiva a la disciplina médica para ampliarse a otras disciplinas como la Psicología, considerando los factores psicológicos como parte integral del procesamiento del dolor y subrayando el papel necesario del profesional de la Psicología en su tratamiento. Dentro de la disciplina psicológica, uno de las abordajes que ha demostrado su utilidad es la Terapia Cognitivo-Conductual. Hoy en día la intervención cognitivo-conductual se caracteriza por resaltar la importancia de los factores psicológicos en la experiencia del dolor, como dimensiones que configuran dicha experiencia y como objetivos en el tratamiento del dolor.


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